A menudo es necesario comer un atardecer en silencio, en soledad, sin prisas. Sujeto a la despedida, que se pronuncia sobre el horizonte; que nunca vuelve a nuestras pupilas; que se desvanece agónico, maltrecho, fingiendo felicidad en la cercanía de quienes lo tienen bajo su constelación de epitetos, a los que siempre es necesario recurrir para recordar la belleza del momento.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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