Ir al cementerio se ha convertido en una costumbre deshusada, inhóspita, incluso cruel para muchos. A pocos, les apetece pasear entre lo que serán; recordar que cualquier día formarán parte de esos seres descatalogados; rebelarse contra la rutina porqué tal vez mañana no exista.
A veces, acudo al cementerio a visitar a mis abuelos, bisabuelos, tios-abuelos. No me reconocen. Se sienten intimidados por mi amor que abrasa la distancia de nuestros cuerpos.Se ruborizan por no haber limpiado sus casas. Ajustan sus almas a mi deseo de hablar. Mis palabras se desbordan en su sombra. Escuchan pacientemente, mis lágrimas. Al despedirme, cierro los ojos, abrazo su recuerdo. Lloran, los prometo volver pronto. Esbozan una tímida sonrisa.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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