Esto de que entren los ladrones tienen su lado bueno. Gracias al desorden que dejaron, me he vuelto más ordenada, además he recuperado las antiguas pesetas, que teniamos olvidadas dentro de un cajón, al que no dieron importancia. Para varias generaciones, odiados, ladrones, las pesetas significaron emociones envueltas en el ahorro. Con esas pesetas, ahora inservibles, nos fuimos de viaje; soñamos con tener una hipoteca; olvidamos el frio comprando abrigos y bufandas; destilamos nuestras primeras lecturas en aquellos libros amarillentos cuajados de aventuras; bebimos ron con limón con los amigos, pertubando nuestro equilibrio; bailamos con paraguas en la gran pantalla bajo las estrellas; conquistamos con los ojos cerrados el universo que expandía ante nuestros prismáticos; bajamos acantilados a través de la televisión, primero en blanco y negro, luego en color; amamos los caminos con nuestras zapatillas Kelme; acariciamos la ternura del olor con la colonia. Tantas cosas, odidados, ladrones, que os estoy agradecida por haberme devuelto al pasado, donde vosotros erais unas sombras con alarma.
Ana Tapias
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