Hace años, leí un libro sobre las mujeres en el campo
de concentración de Ravensbrück, y pensé que no podría terminarlo, por el
sufrimiento que desgarraba la memoria de la II Guerra Mundial pero lo acabé por ellas; quienes, fueron torturadas, masacradas, eliminadas.
Hoy, me vuelvo a reencontrar, con Ravensbrück, en un artículo. Sé que estoy
preparada, para asumir, la tragedia, de
aquellas mujeres, que se vieron abocadas al dolor extremo, a manos, de unos hombres, de unas mujeres, sin
empatía; que usaban su rabia, su odio, su ira, contra ellas; que nada, pudieron hacer, para salvarse de su
cruel destino, que nunca fue reparado; que siempre debe ser recordado; que ha
de ser acariciado; para que, al menos,
sus almas, que vagan que, por la Historia, piensen que sus vidas fueron
importantes, necesarias, decisivas para un presente, que no ha de repetir la
venganza que ellas soportaron con estoicismo, sin lágrimas, con la dignidad de
las heroínas, que nunca mueren en la mirada.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©