Caminaba ajena a las amapolas, el anuncio
de tiempo frio, en Segovia, me hizo creer que las florecillas se helarían, y no
querrían salir hasta que el sol las enamorará de calor. Miraba a las personas
mayores, cómo caminaban mujeres con mujeres, con hombres con hombres, en parejas, solo; con bastón, sin bastón, con dos
bastones. Admiraba su fuerza, su voluntad, su tesón, por querer seguir viviendo
a pesar del dolor, de las dificultades, de las despedidas que sufren en su
monotonía. El sol, aún estaba muy alto para despedirse, casi tapaba mi rostro,
vencido por levantarse tan temprano. Mis ojos querían llorar por algo, o por
muchas cosas que nunca me salen bien, hasta que apareció la primera amapola que
veía este año. Fue un momento pequeño, cargado de emoción, sonreí, nadie me
vio. Soñé con que todo es posible, hasta las amapolas en un día de primavera,
frio, hostil, ventoso
Ana Tapias( todos los derechos reservados) ©
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