lunes, 22 de abril de 2019

Momentos



Inmersos en nuestras propias preocupaciones; en nuestros devenires interiores; en nuestros ajustes de ánimo, es complicado mirar hacia los demás, pero, el día de Viernes Santo, mis pupilas se fijaron en dos realidades diferentes, unidas por el dolor. La primera, fue una pareja. Me llamó la atención, esa lágrima,esquiva,que corría por el rostro de él, al ver a la virgen en la catedral. Giré mi cabeza, su mujer, llevaba un pañuelo en la cabeza. La reconocí, se llama, Isabel, coincidimos en un curso del INEM, hace muchos;  ahora, tiene cáncer.  La segunda, fue un matrimonio con su hija de unos, doce años, en una silla de ruedas. Se puso a nuestro lado, para ver pasar la procesión. La hicimos un hueco, para que pudiera formar parte de la vida cotidiana. Desde su silla, sacó su móvil e intentó hacer fotos a los pasos; a los capuchones; a la lluvia que caía del deseo de sus padres para que su hija fuera feliz.  Las dos realidades me emocionaron, me posaron junto a su lucha, al lado del su no  pereza por lograr la victoria al paso del tiempo.
Ana Tapias( todos los derechos reservado)s©




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