Lo que nos queda después del adiós, son charcos que alguien pisa, olvidando nuestras lágrimas; besando nuestro abandono; despistando a nuestro sentimiento, que vaga sin rumbo entre el recuerdo y la melancolía de un tiempo pasado que se desdice de sus palabras. La soledad domina el latido decaído, que ya nunca volverá a ser el de antes.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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