El atardecer, despierta la vida a la noche; ese submundo, donde nadie, es lo que parece, ni nada está en su sitio; donde el orden, se pierde bajo las farolas que nunca dan suficiente luz, para que los parpados, se olviden de existir; donde la monotonía, adquiere tintes de indiferencia; donde, se dejan querer las sombras que durante el día deambulan sonámbulas por los caminos; donde, el yo y el tú, se vuelven nosotros en una manta sin apellidos, sólo con seudónimos; donde, volar bajo las estrellas se convierte en la necesidad del descanso. El atardecer muere sin llanto, hecho a su despedida, reconvertido en pasado.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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