La Catedral del viejo Paris, ardió ayer
sin pedir permiso a la historia. El fuego, ha devorado la memoria, de aquellos, que
vivieron en Notre Dame. Sus cuerpos, han quedado reducido a cenizas; sus almas
vagan, inciertas, por las bóvedas semiderruidas; su fe no puede comulgar en el
altar inhabilitado; lloran pensando que no existieron, que toda su lucha fue
inútil, que tal vez, las llamas, los devuelvan al universo, donde se perderán
en un laberinto de agujeros negros. La vida se parece más a la madera que a la
eternidad.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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