Siempre me he preguntado, qué lleva a miles de ciudadanos a seguir los dictados de un hombre, que grita, que habla, que susurra palabras incoherentes a la masa informe, apostada en las calles. Hombres y mujeres, con pensamiento propio, vigilan los gestos exaltados, asienten con la cabeza, vociferan ante las proclamas, ríen ante sus ansias de victoria, de derrotar al otro. El caudillo se engrandece con el discurso de la agresión, nunca de la paz. Pierde la noción de la realidad, para ajustarse a su utopía, que siempre está anclada a un pasado mítico. Yo atea, no creo en los dioses hechos en los micrófonos; conjugados en los dormitorios de los somnolientos ciudadanos; inventados bajo la lluvia de las necesidades; sugeridos por la proeza de no caminar descalzos bajo la nada. Apuesto por la critica, por la lucha, por la confrontación no silenciosa a quien manipula voluntades.
Ana Tapias ( todos los derechos reservados)
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