No tenemos tiempo, ni de respirar el aire, contaminado, como para encima pararnos a escuchar a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros vecinos. Corremos, no nos abrazamos; buscamos llegar a toda costa, olvidando que nuestro destino siempre nos cesará; que dimitiremos cualquier día, sin poder volver atrás, ni recuperar los momentos perdidos; que nuestra vida está compuesta de un collage de sentimientos ajenos; que las sonrisas de los otros valen tanto o más que nuestra capacidad de soñar. Por eso, es urgente que retrasemos las manecillas del reloj, para olvidar el egoismo y entregarnos a las felicidades ajenas que forman parte de nuestro ADN.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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