Pertenezco a la parroquia de la Santísima Trinidad, una Iglesia románica, situada a cinco minutos de la Plaza mayor de Segovia; escondida a la vista; de la que acumuló muchos recuerdos. A los seis años el cura, Eufrasio, al iniciar la misa me dijo" Vete niña", la culpa fue de mi prima, Rita, que me hizo reir. Años y años de catequesis para tomar la Comunión, la Confirmación. El funeral de mi abuelo, Leoncio. La boda de mi hermana, Encarnita; el bautizo de sus tres hijos.
Mi fe se fue diluyendo, desdibujando, difuminando en la realidad. Voy poco a la iglesia, admiro a don Andrés, párroco de la Santísima Trinidad, es un pastor entregado a sus feligreses. Sus palabras hechizadas por el sentimiento llegan al corazón. Mi amiga, Puri, no pudo contener las lágrimas en el funeral mi abuela, Encarna, a quien apenas conocía. El sábado en el funeral del, viejo, carpintero. La tristeza quemaba mi mirada. Lloraba lentamente, no quería que me vieran, que supieran que don Andrés me había hecho ver a Dios, tras décadas dudando. Voy poco a la iglesia.
A don Andrés con cariño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario