Hacía calor ayer en la parte más alta del Acueducto. Un hombre joven llegó hasta allí. Algo se quebraba en su interior, que vomitaba desperación. Miraba al suelo buscando la muerte, como si fuera una fiel amiga en la que refugiarse. Caminaba por el estrecho espacio, anhelaba la complicidad de un ser humano, que le ofreciera una palabra de consuelo.
Un policia local se acerca sin desmayarse, habla con él, le tiende la mano, le regala esperanza, le posibilita creer en los sueños. Se deslizan juntos por el canal seco, la vida ha triunfado.
Ana Tapias
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