Era alto, calvo, voz ronca, se ganaba la vida como carpintero. El sábado le ví agarrado del brazo de uno de sus hijos, caminaba despacio, con agonía en sus zapatillas verdes fosforito. Le oí toser la noche del lunes, se ahogaba. Se lo comenté a mi madre con pena. Le oí hablar el martes, decía "Que no quería ir al hospital".
Le conozco desde pequeña, nunca hablé con él, a su mujer" Matilde" la aprecio, es toda una insitutución en el patio de vecinos. Alegre, dicharachera, charlatana, cariñosa. Ayer, regresaba a casa feliz tras caminar y comer un helado de nata. De lejos vi un coche negro, me resistía a leer su rótulo"" Servicios Funerarios", Miré a uno de los trabajadores, del coche negro, establecí un diálogo mudo con él.
Le conozco desde pequeña, nunca hablé con él, a su mujer" Matilde" la aprecio, es toda una insitutución en el patio de vecinos. Alegre, dicharachera, charlatana, cariñosa. Ayer, regresaba a casa feliz tras caminar y comer un helado de nata. De lejos vi un coche negro, me resistía a leer su rótulo"" Servicios Funerarios", Miré a uno de los trabajadores, del coche negro, establecí un diálogo mudo con él.
-¡ Qué pena!-dijé.
-Asi es la vida!-contestó.
El portal estaba abierto, vi la cara de uno de sus hijos. Lloraba con la mirada. LLoré.
El marido de "la Matilde", ha muerto, dirán hoy los vecinos.
a Matilde
Ana Tapias.
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