Mercedes quería comprar regalitos para sus amigas argentinas. Entramos en varias tiendas, en una de ellas situada en la Plaza Mayor de Segovia, había un dependiente en el mostrador. Era mayor, calvo con gafas, leía el periodico ajeno a los objetos que se acumulaban por la tienda. Habló, le saludé. Me dijo que hablaba solo. No sabía qué decirle, mi empatía salió en mi rescate. "Yo también lo hago", contesté con seguridad." Me he quedado viudo hace poco, lloraba; aún la veo, oigo su voz, que me pareció la tuya", concluyó.
Mi voz se ahogaba entre sus lágrimas. Poco más añadí, ofrecer consuelo a un desconocido es como forcejear con una mariposa.
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