La verdad es una calle angosta, fria, solitaria, de una sola dirección por la que es díficil transitar si uno se ha acostumbrado a la mentira. Que se acopla a nuestros oidos, formando parte de la contaminación acústica, contra la que nunca osamos rebelarnos. Padres, abuelos, hermanos, tíos, primos, amigos, politicos, compañeros, vadean la verdad por cariño a las excusas; por amor a la ficción, que siempre ha de terminar con un beso dulce en los labios; para sentirse a salvo de la derrota del sentimiento, a la que conduce inevitablemente, inexorablemente, la verdad.
Ana Tapias
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