Ayer, degollaron a un sacerdote en una iglesia en Paris. Mi alma, si que es la tengo se indigna. Mi corazón, si es que late, llora el asesinato de este buen hombre, que estaba en su casa ejerciendo su fe, a su Dios. Sus asesinos, lo hicieron por amor a su Dios. Todos fueron al cielo, en el que creían. El terrorismo, crea alarma, dolor, miedo, incertidumbre, odio, hacia quienes ejecutan. Quienes matan en nombre de Dios, no son creyentes son crueles ejecutores, de una falsa ideología, que llenará las calles, los templos, las sinagogas, los centros comerciales, de cadáveres.¡ Nadie está a salvo de la barbarie!. Nadie.
Ana Tapias
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