La monotonía, es un hilo de la pesadilla del día anterior: levantarse, ducharse, desayunar, salir de casa para ir al trabajo, encontrarse a las personas, desconocidas, en el mismo punto de la calle que el día anterior; llegar al trabajo, esquivar a los compañeros, a los que ya no sabes qué decir; el trabajo insoportable, que nunca terminas de aprender.
Para sortear la rutina, me fijo en lo distinto: una mirada sugerente, una puesta de sol olvidada, una sonrisa al borde de la extinción, un error que puede hacer caer una nube, un llamada sin sentido, un beso robado al otro lado de Facebook.
La monotonía se hace adulta en hombres y en mujeres, que nos hablan como si fuéramos perros, por eso necesitamos soñar.
Para sortear la rutina, me fijo en lo distinto: una mirada sugerente, una puesta de sol olvidada, una sonrisa al borde de la extinción, un error que puede hacer caer una nube, un llamada sin sentido, un beso robado al otro lado de Facebook.
La monotonía se hace adulta en hombres y en mujeres, que nos hablan como si fuéramos perros, por eso necesitamos soñar.
Ana Tapias
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