Cuando salgo de casa a las siete y media, el sol me contagia su alegría; camino por mi ciudad, la gente va a trabajar resignada a hacer lo mismo, a pensar de igual forma, a dejarse llevar por la imbecilidad de la burocracia; a ser un número más dentro de una silla o de una mesa, en la que sentarse, a la que no aportar nada nuevo. Tiene que haber algo más, que un trabajo que nos esclaviza, que nos obliga a no fallar, a claudicar ante la sonrisa, a ser fríos ante los demás, por miedo a que descubran que lloramos como ellos. Tiene que existir el paraíso en la vida, o tal vez no, me cuesta entender la vida.
Ana Tapias
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