Observar cómo cae el agua del grifo del fregadero, no es algo muy habitual; es una necesidad que nos negamos; que permanece dormida en nuestro subsconciente, cargado de imágenes de la ensordecedora realidad, que vence a nuestras palabras, que se entregan al dolor, al desanimo, al desconsuelo de la premeditación. El agua sabe que su final es sin medicar, inminente, cierto, desinhibido de lágrimas, acariciado por la ternura de la necesidad, de quienes beben como consuelo a su sed.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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