La carterilla, así la llama mi madre, esconde alfileres y alguna aguja. Los alfileres sujetan, marcan, el camino por donde han de ir las agujas. La carterilla se camufla dentro del costurero, donde los hilos hablan, alegremente, de su rutina, nunca tienen estrés; ni salen a practicar running; ni van a tomar vinos con los amigos. Lo suyo es crear formas, estilo, juegos de miradas, entradas al optimismo en los que han olvidado sus sueños en el desván del tiempo. Para mí, la carterilla son los dedos, los ojos, de mi madre, ajustados, clavados, enamorados, de los vestidos que cosía a mis hermanas y a mi. Ha perdido vista, pero sigue usando la carterilla
Ana Tapias(todos los derechos reservados)©
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