La guerra aparece cada amanecer al sonar el despertador. Nos levantamos agotados de no querer levantarnos, para asistir un día más a la tortura de sobrevivir a los proyectiles, que nos esperan en el trabajo. No encontramos trincheras donde protegernos. Nos alcanzan una y otra vez, sin parar: el compañero perfecto, que siempre tiene la última palabra, que es muy trabajador, que le ha costado mucho llegar, y no cesa de repetirlo; la compañera gritona, que lleva años haciendo lo mismo, y te mira como si fueras idiota, estado que nunca abandonaras mientras estés a su lado. Nos agachamos pero nadie nos salva, nos hieren, nos atacan, nos dejan tirados bajo la nada. La guerra no da tregua, morimos cada amanecer.
Ana Tapias.
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