Iba al trabajo, absorta en no equivocarme en las demandas de mis compañeras. Era indiferente a la acera, hasta que vi dos colchones al lado de los contenedores de basura. Viajé hacia un hogar, donde alguien dormiría en una cama confortable, sin estrecheces, pegado a los sueños; que serían redobles de campanas para su espalda. Seguí caminando, algo me impulsó a girarme; sentí pena por los colchones viejos; arrojados a su destino, cual venganza de la vejez; a merced de las pisadas de cualquiera, que quiera sentirse superior; destinados a ser olvidados. Puestos a imaginar, tal vez la muerte se encuentre en una calle sin miradas.
Ana Tapias
No hay comentarios:
Publicar un comentario