No he visto apenas imágenes del terremoto en Italia. Mis sobrinos, de cinco y de siete años, no están dispuestos a asumir que la vida es una armadura sin destino; que en cualquier momento un simple movimiento nos lleva a ser enterrados, y nada ni nadie nos puede salvar; que las lágrimas son tan fáciles como la caída de un pueblo por un temblor. Mis sobrinos, prefieren creer que los sueños son posibles, pero, no es cierto, los sueños también mueren,
Ana Tapias
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