A veces, me pregunto cómo podría arrastrar mi infancia, hasta convertirla en un cuadro, para colgarla en la pared de mi dormitorio. Necesito mirarla, una y otra vez, cuando todo falla; cuando pierdo la ilusión; cuando la sonrisa se esconde debajo de la cama; cuando mis ojos no aspiran a tocar las estrellas; cuando mis manos silentes no acarician la esperanza; cuando la vida me parece un campo de exterminio; cuando mis abuelos son lágrimas en vez de palabras. La infancia se escabulle de mi museo de sueños, para no pensar lo que era y en lo que se ha convertido.
Ana Tapias
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