Evarista, se llamaba. Nació a treinta kilómetros de Segovia, fue madre de ocho hijos cuando por ser familia numerosa no te daban descuentos. Sus manos sortearon el hambre; gestaron patatas; acariciaron las ubres de las vacas; cocinaron en tiempos de silencio, de carestía, de sumisión a la chimenea negra, humeante, fría; esperaron en la soledad de la alcoba vacía, la llegada de su marido, pastor de ovejas; sucumbieron al paso de los años cubriéndose de arrugas. Hoy, Dia de la Mujer Rural, recuerdo a mi abuela, que fue azada para su familia.
Con todo mi amor a mi abuelaAna Tapias
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