No sé si mi cuerpo alberga mi alma o no, pero, si la tengo debe estar arrugada. Lo mío no es planchar, suelo quemar la ropa; mi madre ha decidido que planche toallas, servilletas, y pañuelos. Soy una pésima ama de casa: deconstruyo el polvo, lo traslado de un lugar a otro, eso si, con suavidad; esparzo las migas de pan, las pelusas, los papeles, los restos, por las habitaciones; dejo las sábanas como estaban al levantarme, las pongo sobre el colchón; paso la espiradora en circulo; los cristales se lavan con la lluvia; cocino bien la pizza, empiezo a aglutinar ingredientes hasta darla sabor. Mi alma arrugada se queja dolorida, tal vez deba volver a caminar para estirarla.
Ana Tapias
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