Al abrir el buzón esta tarde, me encontré con las facturas habituales y con felicitaciones de Navidad para mi padre. A mi, ya sólo me escribe mi ortodoncista Clara Moyna. En ese momento, mi corazón ha vuelto a los ocho años, donde la alegría, la ilusión, la felicidad; me llevaba a romper el sobre con cuidado, dentro del cual entre letras apretujadas, los amigos de mis abuelos el Señor Antonio y la Señora Felisa; que vivían en Vigo; nos deseaban felices pascuas, y nos adjuntaban una participación para el sorteo de la lotería. Eran tiempos, donde la gente, sonreía al cartero, le daba el aguinaldo, le mostraba su hogar; donde los niños, jugábamos en la calle sin miedo a ser secuestrados; donde el sifón, había que rellenarlo en la Bodega de la señora María; donde los Reyes Magos no se sentían amenazados por Papa Noel; donde la nieve, era recibida como un regalo que adornada nuestras mejillas de frio. En el 2016, el mundo volátil, alado, etéro, de internet; nos condena a las palabras sin
sentimientos, sólo con arrobas.Ana Tapias
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