A veces, cuando veo ciertos rostros desalojados, demacrados, desdibujados, por el paso del tiempo; siento que la muerte tiene hambre de ellos, de devorar cada arruga, cada pensamiento estructurado bajo su mirada, cada anhelo de felicidad esbozado en su sonrisa. La muerte, esa señora, que no se esfuerza por ser esbelta, ni cariñosa, ni querida; siempre invade nuestros cuerpos, dejándolos helados de sentimientos; encuentro muchos cadáveres cada día que sueñan que viven.
Ana Tapias
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