Caminaba embutida en mi bufanda de lana, mi gorro, mis guantes. El frio, la niebla, arreciaba esta mañana de Nochebuena en Segovia. Mi mirada, anhelaba fotografiar la escarcha, la niebla, los escaparates de Navidad. Descubrí un árbol, parecía incrustado en medio de la calle. Puestos a imaginar, intuyo que un coche con el maletero abierto, cargado deprisa por llegar a una casa, llena de niños, en su huida hacia la felicidad; el árbol cayó al asfalto. Los barrenderos, usuarios de las calles en las madrugada, lo colocaron en medio de la calle; por si alguien lo reclamaba." Un árbol sin bolas, es triste", dijo, Pinocho, que no le gustaba ir al colegio. Puso las bolas. " Un árbol sin cintas, es melancólico", dijeron, las hadas, que existen bajo las miradas. " Un árbol sin estrella, es una lágrima en medio de los edificios", dijo, un alegre pájaro. Los cuentos de navidad, siempre empiezan así.
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