Tras muchos años, sin hacer un examen para la Junta de Castilla y León, ayer, me lancé a la aventura de hacer uno. Fui en minibús, puesto por el sindicato Csif. Iba con mi compañera Inmaculada, trabajamos juntas en la Biblioteca de Segovia, nos volvimos a encontrar en el curso de preparación a Celador. A unos kilómetros de Valladolid, la niebla nos daba la bienvenida. El minibús hizo varias paradas, me bajé en la primera; acompañada por diez segovianos más; quedamos en esperarnos en la puerta al terminar. El frio, acompañaba a mis neuronas, ateridas por el reto de no equivocarse. A las nueve y media, abrieron la facultad; busqué mi clase. Fui al baño, regresé al pasillo donde se ubicaba mi aula. Me senté en un banco de plástico, junto a una señora que tenía las manos frías, me tocaba las mías para convencerme de que no mentía. Los opositores tardaron en aparecer como el Gordo de Navidad, sé que este año me va a tocar la lotería; encontraban su clase y se iban a dar un paseo entre pasillos, para minimizar los nervios. Uno siempre se tensa, aunque no haya estudiado, como yo. Vi a Angela o angelosa, como la llama Roberto. Una compañera de trabajo. La deseé suerte, seguro que la tuvo es muy lista. A las once empezaba el llamamiento. El silencio desnudaba mis conocimientos.Entré a las once y diez en la clase; desde ese momento supe que no era yo, y, mis compañeros eran mis enemigos. 77 minutos, hice lo que pude. Salí triste, decepcionada, rota por dentro, tras hacer el examen. Estos meses, he tenido poca concentración, y no he estudiado todo lo que debía. Por la tarde, lloré.
Ana Tapias
Ana Tapias
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