Me levanto sobre las seis media, me ducho, desayuno, leo el Facebook, y salgo de casa camino al trabajo. Saludó a una cartera de pelo rizado, muy simpática, a la altura del hospital donde nací; que yace abandonado( alguien debería hacer algo, antes de que se caiga). Bajo la calle de San Juan, al llegar al Acueducto, le acaricio( si llevo guantes me los quito); sigo, en el trayecto hacia el Centro, me encuentro con una chica, a quien también saludo. Todos los días la misma gente, algunos ya parecen de la familia. Se coge cariño, a esos desconocidos con los que no tienes que lidiar a lo largo de la mañana. Ficho a las siete y media, ante mí siete horas y media de trabajo. Vértigo en las neuronas. Hoy he llegado la primera. Me quitó el abrigo, lo dejo en la silla, en la percha se cae. Mónica, me da cosas para hacer, es trabajadora, lista y simpática. Cuando las termino voy a otras seccioón por si puedo ayudar. Jesús, me da cartas, para mandar; es ameno, cordial, listo. Fuencisla, está algo cansada por los exámenes. La semana que viene tenemos que terminar unas cosillas. Vuelvo a mi sección. Ana, me pide que la mande unas cartas; es lista, trabajadora y simpática. A las dos, llega Antonio con su humor infalible, se deshace de su traje de cofrade; se viste de blanco. Saca la escoba, la fregona, la mopa. Limpia, que te limpia; llega mi hora de irme. En el camino de vuelta, no conozco a nadie. Entro en casa, mi madre me tiene la comida preparada. Friego mi plato, vaso. Duermo la siesta frente a Antena 3, me gusta la novela a la que son adictos mis padres. Procuro estudiar, el sueño me puede. El ordenador me llama, lo abro; las palabras se arremolinan en mi mente: desembarco, claraboya, languidecer, guerras, refugiados, acusado, sospechoso. Escribo, soy feliz.
Ana Tapias
Ana Tapias
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