Nunca he tomado pastillas para combatir el dolor psíquico, que me ha
lacerado en multitud de ocasiones. Cuando me clava la lanza, suelo llorar sin
miedo, tranquilamente, en soledad. No me gusta tener testigos de mis lágrimas. Mi tristeza,
forma parte de mi austera intimidad, que nunca descifro. Me gustan los jeroglíficos
del sentimiento. Si algo voy aprendiendo con el paso de los años, es que el
dolor se supera, poco a poco, sin traumas, ni estragos. Las personas, que
amamos, que queremos, que invitamos a compartir nuestro tiempo en la vida, que
siempre es limitado; nos decepcionan, y eso atrae al sufrimiento; que invade nuestro cuerpo, hasta llegar al último reducto de nosotros mismos, que es nuestra sombra. El dolor no es fácil, pero si necesario, para avanzar hacia la
felicidad, encubierta en nuevas heroínas y héroes, que rescatarán nuestra sonrisa de la despedida.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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