Cada
vez, que me enfrento a un examen de oposición me siento en un nuevo
Auschwitz. Un montón de seres humanos, somos adormecidos en un llamamiento, que
como si fueran los vagones del destino nos dejan en nuestro pupitre. Los seres permanecen
callados, ausentes, sin mirarse. Saben que cualquiera los puede arrebatar el
plato de comida. Las sonrisas se han exiliado al otro de la alambrada, donde
gente con trabajo escupe delante de los escaparates sin miedo. Las hojas de examen
expulsan gas, que en noventa minutos nos dejarán muertos. Los vigilantes
amenos, charlatanes incluso, recogerán nuestros cadáveres que serán enterrados
en una fosa común, donde nuestros nombres y apellidos desaparecerán en medio de
la contaminación de la gran ciudad, que espera nuevos vagones para eliminar a
sus seres marginales del asfalto
Ana
Tapias( todos los derechos reservados)
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