Iba
caminando, recordando a las margaritas que visitaba, cada día, cuando alcé la
mirada y vi a este paraguas olvidado, en una zona de Segovia. Desde entonces, lo visito con
frecuencia, como si fuera un dios tirado en un altar de la desidia municipal. El
abandono de un objeto sin voz, no importa a nadie, tan sólo, a quienes paseamos inmersos bajo la
sombra de la lluvia en nuestra espalda y lloramos como espejos de ella.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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