Me resisto a creer en las
farolas de la calle; a admirar a las bombillas; a sucumbir ante las velas, Me
pongo al servicio del amanecer, sigo sus dictados. No abro los ojos hasta que
la luz ciegue mis pupilas, escasas de pesadillas, necesitadas de sueños
indomables; abrumadas por la rutina. Cierro mi esperanza ante la duda. Olvido el
silencio del destino. Invado mi utopía. El amanecer, nunca me habla, pero
si susurra. Voy aprendiendo su alfabeto para poder escribir sobre él.
Amanece.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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