Los pequeños actos suelen alinearse con
grandes momentos, tal vez sea la insignificancia lo que, los da más valor; lo
que, los imprime fuerza; lo que, los aconseja vitales. Duchar a una pera, para
que se resbale, lentamente, entre nuestro cuerpo; aparca nuestro hambre; premia
a nuestra obligación de no desfallecer; desobedece a nuestra tristeza.
Lavar la cucharilla del café, cada mañana, es la vuelta a la vida; es acariciar
los objetos con las pupilas; es besar a nuestros deseos que se despiertan. Los
pequeños actos nos hacen dioses de nuestro destino.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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