Venimos
a la vida sin preguntar; por el deseo de
dos personas que quieren ver sus genes representados en la escena, tal vez, sea
por la necesidad de no morir nunca. Yo si moriré, pues no tengo hijos. Nos
cuesta demasiados años aprender a caminar, a hablar, a digerir con soltura. Pero,
llega un momento que controlamos hasta
nuestras decisiones; entonces, aparecen
las despedidas, de aquellos, que nos amaron y nos sumergimos en un dolor
profundo, sin limites, que nunca se ahoga, siempre está en la superficie.
Nos comunicamos con él, a través de los sueños donde aparecen sus figuras aisladas, mudas,
demacradas, de nuestros familiares que consuelan nuestra soledad. Y hemos de
aprender a vivir con los recuerdos, sin hacer dramas y con sonrisas como
argumentos, aunque sea del revés
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