En estos días, de soledad, entre paredes que no
hablan, que solo escuchan mis lamentos;
de confinamiento, junto a fotografías, en blanco y negro, que observan sin entender mi
dolor; de adivinar sombras entre las calles ,que huyen presas del miedo a
que las contagie. El momento donde me escabullo de esta opresiva realidad, es en
mi cama. Cierro los ojos, abrazo, el, viejo, sifón que mi abuela, Encarna, iba
a recargar a la bodeguilla de la señora María, y sueño que soy aquella niña,
con trenzas, que saltaba sin parar a la comba; aquella niña que imaginaba
cuentos; aquella niña, que quería ser mayor subida a los zapatos de tacón de su
madre. Pero, me despierto, sola, desmemoriada, y vuelvo a mis lágrimas.
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