Tal vez, mi bisabuela, Flora, supiera planchar el
virus, que ha contagiado nuestra ropa, sin lavar, ni centrifugar, ni
secar; que ha pasado a formar parte de nuestra rutina de arrugas, que
lloran, las pérdidas de familiares, de amigos, de conocidos; que nos distancia
en las calles de los vecinos. Imagino, a mi bisabuela, atacando la dureza
de la supervivencia, viuda, con tres hijos pequeños; sujetando sin vacilar la
plancha; que ahora, se cubre con una mascarilla de miedos, de dudas, de
interrogantes, de incertidumbres, de un presente, incierto, insumiso,
imposible, para tantas miradas, que buscan consuelo, en los viejos
recuerdos para olvidar, los pliegues, del sufrimiento.
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