Llevaba años, sin perderme en el Metro de Madrid, pero, el Jueves me perdí dos veces. Iba en dirección a Bilbao en la línea de marrón, la confianza excesiva, me hizo leer deprisa los andenes. Ya montada en el metro, me dio por fijarme. Estaba aturdida, confundida, espesa, muy espesa. Me había metido dentro de un caldo de sopa de pescado. Que cocía conmigo dentro, como si fuera un mejillón. Me bajé en Arturo Soria, donde hice, hace años, un Curso de Auxiliar de Biblioteca, y. conocí a la amiga, que me esperaba en Iglesia. Íbamos a la Casa Sorolla. Me bajé en Bilbao, para tomar la línea 1, en sentido Iglesia. El vagón estaba abarrotado de extraños, a los que no podía contar que era un mejillón en un subterráneo. La siguiente parada fue Tribunal, no Iglesia. Me bajé del vagón. Ya con la decisión, de no equivocarme de nuevo. Ser o no ser mejillón, es una duda que me atormentaba, por eso erraba en mi destino. En Iglesia, ya fui persona. Mi amiga, me regaño al verme" Llegas media hora tarde, pensaba que te había pasado algo", me dijo con serenidad. No me atreví a confesarla, que al meterme en el metro me convertí en mejillón. Sonreí sin concha y caminamos.
A Idoia, con cariño,
A Idoia, con cariño,
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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