Los seres humanos, aunque algunos, bien podrían ser llamados inhumanos, despliegan barreras para quedarse en su silencio. Dentro de ellas, caen monótonamente, gritos olvidados, palabras susurradas, murmullos queridos. El egoísmo, ha fulminado al confesor que llevamos dentro Nadie escucha a nadie, tan solo los psicólogos parecen dispuestos a calmar la ansiedad de vivir entre fronteras, imposibles de saltar.
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