Me quedan, ocho o nueve, días para terminar el trabajo. Me llevo la pena, de no haber estado a la altura de gente tan lista. Ser auxiliar administrativa, requiere años, y años, de trabajo. Estos últimos días son largos, tediosos, agotadores, inagotables. El interino, ha de empatizar rápidamente en el puesto de otro, que lleva años en él; intentar encajar en un puzle de personas, con sonrisas y lágrimas; que chocan como si fueran trenes de alta velocidad. El funcionario o funcionaria, especie en extinción, suele estar sobrecargado de trabajo; a duras penas, levanta la mirada del ordenador; carece de tiempo real, para enseñar al sustituto del sustituto; que pulula apocopado, tímido, inhibido; por los pasillos con la cabeza clavada en suelo, por miedo a levantarla y equivocarse. El interino, inmerso en sus sumas y restas, cuenta los días para el final, pues la muerte, liberación del cuerpo, siempre llega.
Ana Tapias
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