No suelo hacer caso a mi madre, excepto hoy, que me he puesto el gorro como ella me dijo; para soportar el frio polar, que anunciaban como si fuera un fin de siglo. El frio, ya no es lo que era, eso dicen todo el mundo; hasta mis compañeras, aún jóvenes; recuerdan las nevadas de los setenta, como una zona mítica a la que es imposible retornar. Salí de casa al trabajo; antes, quería hacer fotos de una fuente helada: la de Sirenas; a la que asocio, con mi abuelo materno. Al llegar, vi poco hielo; sólo en la cabeza de los leones; me sentí ausente de mi infancia; ajena al pasado; sometida al cambio climático. Bajé las escaleras; en el Acueducto; mis pies se quejaban, insistentemente; pero, qué coño, no podía hacerles caso. Mi pensamiento ideó, que me faltaba un selfish para ponerlo en mi Facebook.
No me dio tiempo a peinarme; me autorretraté sin flash. Estaría más guapa, si alguien me hiciera la foto. A lo lejos, apareció ella. La solté a bocajarro" Me haces una foto"; no la dio tiempo a decir que no. Se quitó, los dos guantes negros; se disculpó, era mala fotógrafa, y disparó. Gracias, la avasallé con amabilidad." Mi guante, me falta un guante", repetía incrédula. Miró en su bolso diminuto; en su abrigo estrecho, Sólo faltaba yo, por registrar. " Yo no lo tengo", la dije convencida." Para qué vas a querer tú un guante"; al rato de no encontrarlo sobre ella, me hizo buscarlo en mi indumentaria. Cinco minutos, pasando frio sobre el rostro; sin saber qué había sido de su guante negro. Me disculpé" Ha sido culpa mía", " Bueno, bueno, bueno, no pasa nada", aseveró de mal humor. Se fue a su trabajo; y yo resplandecí, tenía los dos guantes.
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