martes, 24 de enero de 2017

Sara G de P

Al empezar a trabajar en Julio, por el centro pululaban muchas personas desordenadas en mi mente, que estallaba niebla ante tantos nombres, apellidos, circunstancias que aprender. Una compañera, situada al otro de la lado de la puerta de entrada, me sonreía. Un  día, salí tarde, me había equivocado, llevaba trabajando pocas horas; me topé con ella, cuidaba que nadie  saltará el cordón de seguridad, que protege las entradas de las salidas. Fue sincera, simpática, alegre; de aquella primera charla, nació el virus de una amistad, que se contagió como si de una gripe se tratará. En mis idas y venidas, por esos pasillos. cuajados de indiferencia;  descubrí a una mujer, sensible, culta, cauta, apasionada del baile, que luchaba por un sueño. Nadie sabía, que con una mirada murmurábamos. Sara, escuchaba mis tropiezos, mis sonrisas truncadas, mis juegos de dejarlo o continuar. La vida es más llevadera, cuando  encuentras a personas con corazón, como mi amiga Sara.
Con todo mi cariño a Sara.
Ana Tapias

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