A las nueve, mi madre, que mañana cumple ochenta años, tenía que estar en la tercera planta del Hospital de Segovia; fue citada para operarla de la " Catarata derecha". Las enfermeras nos indicaron la habitación, había cuatro sillas, para cuatro pacientes el A, el B, el C y el D; y otras cuatro para sus familiares. Un auxiliar de enfermería, nos da indicaciones, nos presta un pijama enorme; un asalariado del hospital, todo de verde, se lleva al quirófano, al paciente, de la silla de la esquina. Seguimos las indicaciones, nada metálico en el cuerpo; al poco rato, aparece un señor, con su hija. Tendría unos noventa años; no oye; no responde a las preguntas. Compartimos el mismo armario, el C y D. No caben tantos abrigos, en un espacio tan reducido. La hija parece ausente como el padre. Toman la tensión, la temperatura a mi madre. El señor mayor, no entiende nada. Otro señor y su mujer entran. La habitación ya no soportará más pacientes. La enfermera, empieza con el protocolo de echar las gotas. La pregunto algo, se pone explicar a todos, lo que tienen qué hacer después de la operación. El ambiente se relaja, todos nos conocemos, hablamos, nos comportamos con familiaridad. Aparece el primer señor operado; su cara es inmejorable, su tensión se dispara. Bromea con la enfermera, no la ve de momento. Son las diez de la mañana; mi madre, va después de la paciente que se acaban de llevar; a las once entrará en quirófano. Tose, me preocupa; no puede hacer esfuerzos. Llamo a una de mis hermanas,; el jueves, el médico de cabecera, no me recetó un jarabe, sabia que la operaban. Me crispa su incompetencia: no la ha puesto a dieta por la diabetes, no la ha mandado a hacer pruebas para la alergia. Las once se acercan, el celador viene a por mi madre; mi padre y yo vamos detrás de él. La mete en el quirófano, vamos a la sala de espera. Discuto con mi padre sobre la necesidad de ir a Madrid; se va a comprar el periódico. Me siento sola, no sé cómo estará mi madre. Las caras de los familiares son angustia, el terror se apodera de las arrugas, el drama se oculta tras las palabras. "Los familiares de Carmen suban a hablar con el médico", mi corazón casi estalla. Subí corriendo las escaleras. La doctora me dijo que todo bien, me dio algunas instrucciones que intentaba memorizar con precisión; la recuperación de mi madre, estaba en juego. " La han subido a la habitación", mi padre estaba allí. " Tiene buena cara", pensé, respiré tranquila. Fui a pedir el justificante para el trabajo, y a citaciones. Al volver a la habitación la charla seguía armoniosamente. En la calle, la nieve se derretía. Segovia había amanecido con una capa de nieve; que yo eludí, por no tener tiempo para soñar.
Ana Tapias
Ana Tapias
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