Regresa de dejar a mis tres sobrinos en el colegio. Hoy, la palabra inicial para contar el cuento era"Star wars". Repasé mis conocimientos, que se centran en el color de las espadas: las rojas, son de los malos; las azules, son de los buenos.Hilé una historia, con una batalla entre ambos ejércitos, que no ganaban ninguno; las hostilidades se decidirían jugando al ajedrez; y en eso, que llega don Quijote, que salta través del tiempo de los cuentos. Imponiendo su voluntad a los guerreros. Mis sobrinos sonreían. Llegaba a la calle Franciso Silvela, feliz por mi éxito como contadora de cuentos. Al fondo de la calle, un hombre ajeno a la realidad; vestido con un pantalón que le quedaba grande, no lo habia ajustado bien a las piernas; barba, de muchos días de estar en la calla; portaba una caja marrón; recogía cosas del suelo. La calle, es larga, enorme y ruidosa. Cuenta con dos semáforos, para pasar de un lado a otro. Se puso en rojo, el hombre se abalanzó hacia la carretera; un autobús paró. Varias mujeres lo mirábamos asustadas. El hombre seguía cruzando, los coches venían muy deprisa. Un hombre, de cuarenta y pico; barba blanca, cazadora negra; se adentró en la carretera, le cogió de la camiseta, y le dejó en la acera. Se fue, como si no hubiera hecho nada. Ese hombre, es un héroe que ha salvado una vida, a las nueve y diez de la mañana en Francisco Silvela( Madrid)
Ana Tapias
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