Sobrevivimos, agotados, denigrados, humillados. El sufrimiento, ocasionado, por aquellos rostros, que andan violentamente, atropelladamente, taconeando; gritando a nuestro alrededor; nos hiere en el alma; que llora pausadamente, al ritmo de las circunstancias. Sin darnos cuenta, perdemos, la inocencia, la ilusión, la fe. Es difícil, mantener el equilibrio, en el alambre sin red, que es la vida. Las llagas en la mirada, nos pueden arrojar al vacío, en cualquier momento de debilidad, y yaceremos tendidos en medio del asfalto, ante la indiferencia de todos, que caminarán, sonriendo.
Con cariño, a mi amiga Idoia, que siempre me ayuda a superar el sufrimiento.
Ana Tapias
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