En los escaparates de juguetes, los niños, dejan sus huellas en los cristales; traspasan al otro lado, para instalarse en un mundo de plástico; sin ruido a su alrededor; desgranan su vida junto a esos personajes ficticios, que no los obligarán a hacer los deberes; a comer acelgas; a dejar de ver la televisión para irse a la cama; a inventar besos para desconocidos; a olvidar que la sumas y las restas son horas y horas de contar con los dedos; a desplegar su tesón, frente a quienes creen que sólo son niños. En los escaparates de juguetes, la vida parece un mosaico de sonrisas, por eso es necesario pararse, y soñar con ellos.
Ana Tapias
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