martes, 28 de febrero de 2017

Ir al peridoncista

Cada seis meses, he de ir al peridoncista: doctor de las encías. Antes, de que me vea él, una higienista me hace una limpieza. Según quien sea, se ensaña más o menos; ayer, tuve a la torturadora número uno. Me estremecía atada a la silla. Mi pensamiento, estornudaba, gritaba, se removía, contra aquella mujer, que tiraba; que estiraba mi boca, como si fuera un chicle, pegado al paladar. Al terminar, duró media hora, salió de la habitación. Fue a buscar al doctor; me hizo abrir de nuevo la boca;  me miró un minuto. "Tienes tres encías, muy mal.  Deberías hacer tres injertos", dijo, calmado. No me explicó en qué consistían, ni el tiempo de recuperación de la operación, ni los puntos que tiene que darme; no me vio la caries;  que me había diagnosticado la ortodoncista. Mi animo estaba por los suelos, al dejar aquella habitación.  Pagué los 60 euros, a la administrativa; la pregunté, el precio de los injertos,"500 euros",  soltó, con tono acostumbrado a  manejar tanto dinero. Bajé las escaleras, que daban a la calle. El frio de Segovia, no me hería la piel; que carecía de latido. Había muerto, por la indiferencia de quienes me trataron como un cheque en blanco.
Ana Tapias

No hay comentarios:

Publicar un comentario